"Hacía ya un tiempo que aquellos sueños recurrentes habían desaparecido. Todo parecía estar tranquilo de nuevo. Sin embargo la sombra de otras vidas pasadas acechaba como un animal depredador sobre su caza.

Lo único que serenaba su mente eran sus ojos. Dulces y serenos lo acogían dentro de su mirada y le mostraban la belleza de la vida. El amor que ella sentía por él. El amor que él sentía por ella. Sus vidas habian coincidido a lo largo de los siglos, y de nuevo, en un mundo que estaba siendo invadido por la oscuridad y las tinieblas, se habían encontrado. Los sueños le mostraban sus vidas, un caballero Templario, un artista, músico, escritor, ladrón, centurión y saber qué mas... y siempre aparecía aquella sombra que los volvía a separar. Quizá en esta nueva vida, caótica y absurda, a punto de explotar, Jan e Ia por fin puedan descansar en paz."



La Farga de Fusta no es más que un blog en el que recopilo aficiones convertidas en materia palpable y visual. Modelado en Pasta de Madera, dibujos y quizá algo de música y escritura.
Si algo de lo que aparece aquí te puede interesar, te invito a seguir explorando. La mayoría de lo que expongo lo he regalado o realizado por encargo; ahí dejo esta propuesta para aquella persona que que quiera realizar un detalle con otra, pues podría realizar algún pedido.

martes, 10 de marzo de 2015

Fuego Fatuo

Déspues de mucho tiempo, añado una nueva entrada. Este es un dibujo en blanco y negro, que representa una escena simbólica de la segunda entrega de la Saga Invocatio, de Prisca Nerín: "Canción ambigua de dudas y espejismos".

Es una fotografía, de momento me conformo con esto a esperas de tener un poco de tiempo para hacer un escaneo de la imagen, y limpiarla un poco para que tenga un poco de calidad visual en un ordenador. 



Licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0

domingo, 18 de enero de 2015

Carta al Mar


Jan se había pasado casi todo el día paseando por las antiguas calles del gótico de Barcelona. Había callejeado buscando en alguna de las tiendas un regalo para Ía. Ella tenía siempre un montón de detalles con él. Lo último fue en San Jordi aquel libro de supervivencia, y entre otras cosas como notas graciosas o unas botas nuevas, lo que más le gustaba era el colgante que pendía de su cuello; se lo había regalado algún tiempo después de comenzar su relación. Significaba mucho para él, más de lo que se atrevía a imaginar. Aquella curiosa filigrana que asemejaba un reloj de arena no sólo era un símbolo de amor entre los dos, sino también una imagen que le hacía recordar algo de otra vida, o de otras vidas. Aquellas vivencias pasadas que a veces percibía como un sueño, se dibujaban con mayor nitidez cuando estaba con Ía. Jan comenzaba a tener la certeza que ella no era un amor pasajero, ni siquiera el amor de “hasta que la muerte os separe”, era mucho más. Era un amor que había nacido hacía mucho, sus almas se habían encontrado por primera vez en alguna época de algún siglo pasado, y por razones que desconocía, sabía que algo se había interpuesto entre los dos. Sin embargo, a pesar de todo, el destino los volvía a unir.

Jan nunca había pensado en todo aquello detenidamente hasta que se encontró entrando en una tienda de objetos de decoración, aromas, perfumes, hierbas aromáticas, tes e infusiones, inciensos, muebles antiguos, libros viejos, cuadros, ilustraciones, telas y ropas de diseños exóticos, y un montón de cosas más, todo manufacturado por diferentes creadores de Barcelona. El local era muy amplio, y reciclaba un antiguo horno en desuso. Aquel negocio ponía a relucir el joven y desconocido talento de muchos artistas sin nombre. Muchas de las cosas que habían expuestas a la vista se tenían  precios elevados, pero la exclusividad tenía un coste. Gran parte de lo que había a la venta no estaba hecho ni en moldes y ni  en serie, sino pieza a pieza y mano a mano. Incluso los vestidos que seguían el mismo patrón, cosidos por diseñadores desconocidos, tenían matices que los diferenciaban unos de otros, ya fuera por los tintes o porque llevaban dibujos exclusivos para esa pieza.

Merodeando entre tantos objetos, Jan se detuvo ante una pieza que le llamó la atención. Se trataba de un incensario hecho de madera. Parecía una nave marítima algo deformada que estaba arropada por unos troncos de árbol con ramas que parecían fuertes brazos acabados en manos que abrazaban el barco. Tenía muchos detalles, entre estos unos graciosos ojos escondidos entre hojas pequeñas que imitaban a unas cejas y pestañas. Acompañado de este objeto para quemar incienso iba una carta escrita en papel, que parecía antigua, imitaba a un pergamino. Jan leyó la leyó. Supo al acabarla que aquello le encantaría a su novia. Iba a tener que hacer algunas horas extras en el Noctámbul, pero merecía la pena. Su amor por Ía era incondicional e iba más allá del tiempo, de la vida y de la muerte. En la ciencia hay numerosas formulas que  lo miden casi todo, incluso la mayoría de los fenómenos de la naturaleza, sin embargo nadie ha podido desarrollar una fórmula que pueda medir una de las fuerzas más brutales del Universo: el amor.

“Sobre la corteza arrugada que se desprende de nuestros cuerpos, con la salvia que todavía fluye por nuestras venas entrecruzadas, escribo esta carta. Viajará por el mar, a merced de las olas caprichosas, y volverá a la tierra, donde alimentará el espíritu de nuevas historias de amor eterno.



Hace tiempo que navego sobre las aguas que bañan el mundo, perdida y sin rumbo, hasta que noté de nuevo el fuerte abrazo de mi amado y que me devolvió a la vida. Siento el calor de su sangre alimentando la mía. Siento el ardor de su piel ancestral acariciando mi piel. Es diferente a como la recordaba, pero es la suya. Nuestro amor es recio como el ramaje que envuelve mi cuerpo. Nuestro amor es verdadero.



No recuerdo la primera vez que levanté las raíces de la tierra para explorar el mundo. No recuerdo por donde viajaban mis pensamiento, pero si recuerdo el momento en el que conocí a mi inmortal y fiel compañero. Me viene  a la memoria la agradable dureza de su tez al contacto con la mía. Notando sus afectuosos brazos, fuertes, conduciendo los míos hacia el cielo abierto, guiándolos hacia la luz cálida del sol. Escuchando el murmullo de sus brotes jóvenes. Imagino la primera vez que danzamos juntos, como nuestras pieles desnudas bajo el cielo cubierto de estrellas, con la gracia del viento, y la dulce melodía que improvisaba la naturaleza viva y salvaje. Compartimos nuestro tiempo, nuestras vidas, éramos dos y éramos uno. Unimos nuestras raíces en un sueño maravilloso al mismo tiempo que todo giraba a nuestro alrededor y todo cambiaba.



Desperté una mala noche y él no estaba a mi lado. Lloré todas mis hojas. Perdí la esencia de mi ser. Me sentí mareada, perdida en un mar agitado, revuelto y tormentoso. Amputaron mi cuerpo de la tierra haciendo que olvidara quien era yo. Intente despertar de aquel mal sueño. Intenté dejar atrás aquel lastre que me había sepultado, grité el nombre de mi amado, lloré de nuevo e inundé el mar de dolor dejando un viejo rastro ambarino tras mi paso. Modelaron mi carne de madera y me transformaron. Ya no podía elegir el rumbo de mi vida. Poco a poco noté el dulce sopor que embriagaba mis ramas rotas, y un espejismo me atrapó para siempre.



Entonces un día desperté de nuevo sintiendo su candido abrazo. Desde las tierras más lejanas había cruzado el mundo, tierra y mar, dejando atrás sus raíces hasta encontrarme. Ahora nos balanceamos al son de las olas del mar, a la deriva, abrazados, inseparables. Me encontró mi amado. Su salvia es fuerte y la comparte conmigo. Vuelven a brotar nuevas ramas jóvenes sobre mi tronco. La vida vuelve a la madera quebrada de mi ser.



Siempre mío, Tall Verd

Te quiero

Siempre tuya, Fulla Lila"









lunes, 1 de septiembre de 2014

Un libro fuera de lugar



La tienda de Pai Mei prácticamente era el centro neurálgico del Aquelarre de Barcelona. Un lugar protagonista, donde siempre ocurría todo. Tantas cosas habían pasado, que enumerar la historia de aquella tiendecita podría llenar muchas páginas de algún libro de intrigas, asesinatos, esoterismo, drama y acción.

Aquella mañana el dueño no estaba atendiendo  “El dragón apacible” como solía hacer, otros asuntos le entretenían. Sin embargo la tienda estaba abierta. Pai Mei había contratado a Mel para ayudarlo a llevar el negocio. No tenía un horario fijo establecido, de forma que Mel cubría a Pai Mei cuando este no podía abrir. El oriental no confiaba plenamente en el juicio de su nuevo ayudante, pero era su amigo y quería echarle una mano. Además, de esta forma él disponía de más tiempo libre y le daba una oportunidad a Mel para ganar algo de dinero. Desde que habían llegado Jan y él a la ciudad, habían estado haciendo pequeños trabajos o encargos sin importancia de lo que les surgiera, y nunca sin un lugar fijo para dormir. Pai Mei, siguiendo con su filosofía debía darles una oportunidad, y más ahora, que habían entrado a formar parte del Aquelarre roto de Barcelona. Los antiguos militantes, Lorenna y Willow, seguían desaparecidos en algún lugar o en algún tiempo. Mel y Jan eran en aquel momento los únicos que tal vez pudieran ayudar Chili y a él a encontrarlos. Y el pobre de Seth había fallecido.  El Agujero de la No Realidad que había arrastrado a sus dos queridos amigos a un lugar de incertidumbre y que había contagiado y envenenado la mente de Mel, robó toda la esencia de vida Seth, y no pudo recuperarse después de meses en un hospital.

Mel miraba Internet. Como de costumbre, se pasaba la mayor parte del tiempo que estaba en la tienda navegando por doquier. A veces colocaba algún libro nuevo que llegaba a la tienda o limpiaba el polvo, pero Pai Mei lo tenía todo escrupulosamente ordenado y catalogado y no quería que Mel hiciera algún desastre. Era una persona inteligente pero también impredecible. Siempre había tiempo libre en la tienda pues poca clientela entraba en aquel negocio a lo largo del día. Estaba tan centrada y dedicada a unos temas en concreto que tan sólo acudían estudiantes, profesores o personas interesadas en historia o filosofía.

Mel estaba distraído en sus búsquedas. Las campanillas de la entrada sonaron. Ia entraba en la tienda, alegre como siempre y vestida con unos ajustados tejanos y un jersey lila ceñido, una cazadora negra y unas botas con tacón bajo. Llevaba el pelo largo y rubio recogido en una coleta. A Mel no terminaba de caerle bien aquella chica, pero tragaba porque era la novia de su mejor amigo. Aunque aquella también era la razón por la cual no le simpatizaba: Jan disponía de menos tiempo para estar con él desde que salía con Ia. Mel sospechaba que ella no era todo lo que aparentaba: una chica guapa, con cara de inocente y aspecto tímido pero a la vez un porte atrevido y dispuesto a todo. Le parecía muy extraño que hubiera tenido que abandonar  Ucrania para mal buscar trabajo en Barcelona y vivir ilegalmente, teniendo en cuenta que tanto ella como su hermano eran personas con talento. Ella había aprendido con facilidad el castellano y el catalán, y tenía una destreza inusitada, y su hermano tocaba el violín virtuosamente en las calles para sacar dinero. Lo único que la salvaba era que había accedido a darle algunos consejos y echarle una mano para su finalmente conseguida cita con Chili. Las dos chicas se habían hecho muy amigas trabajando en el Noctambul, el pub de Raven, así que su colaboración era bienvenida.

-          ¡Buenos días, Melcior! ¿Qué tal va la mañana? ¿Mucha faena?
-          ¡No, no, no me gusta que me llames así, llámame como todo el mundo, Mel, y si no… no me llames! Buenos días.
-          Oh, perdona, encanto, tengo la costumbre de no abreviar los nombres, pues forman parte de lo que es una persona. Y Melcior es bonito. Acortarlos es como amputar una parte de la personalidad y utilizar diminutivos es como esconder lo que uno es en realidad para huir de uno mismo. ¿No crees?
-          No, no creo. Todo eso es un rollo, tu castellano es perfecto. No hace falta que continúes las practicas de  idiomas con Pai Mei, te suelta demasiadas tonterías metafísicas – dijo Mel sonriendo – aunque a él si que le hace falta perfeccionar un poco, que parece mentira el tiempo que lleva aquí viviendo… como habla a veces…
-          No seas tan malo, Mel – respondió Ia caminando hacia el mostrador.

Ella se acercó a Mel para darle dos besos. Este cerró de golpe la tapa del ordenador portátil y miró con disimulo hacia el techo y poniendo cara de inocente. Se saludaron cortésmente.

-          ¿Cuándo besas a Jan, siempre eres tan babosa? – preguntó Mel haciendo como si se limpiara los mofletes – Tienes unos labios rasposos. Por cierto, Pai Mei no está, yo estoy al mando de la tienda – dijo seriamente – tengo mucho trabajo, no puedo entretenerme, así que si no tienes nada importante que decirme, vete. ¿Te puedo vender algún libro?
-          Mel, por favor… nunca terminaré de entender el humor tan extraño que tienes. No sé ni porque te ayudo con Chili, esa actitud que tienes conmigo no funcionará con ella. Si yo fuera ella, conociéndola, te hubiera puesto fino y de un guantazo y una patada en los genitales no te salvaría nadie.
-          Mujer… - Mel hizo un sonido extraño con la garganta parecido al sonido de apareamiento de los pavos - tampoco es para tanto, perdona, a veces no sé lo que digo. Pero sobretodo, no le digas nada a Jan, por  favor – dijo con cara de pena y repitió aquel sonido mientras Ia ponía cara de póker.
-          Tranquilo. No le diré nada. Me marcho, pero antes quería dejarte un libro para Pai Mei. Una amiga me regaló un libro que compró por Internet, y resulta que yo ya lo tenía, así que lo tengo duplicado. Y he pensado que como Pai Mei vende libros… - Ia le enseñó el libro – pues podría venderlo aquí y me saco algo de dinero.
-          Ah, si, claro, muy bien pensado – Mel lo ojeo por encima, al final había alguna ilustración, le llamó la atención una en la que había una fachada de un edificio, y en una ventana se podía ver una silueta aumentada por una lupa – ¿de qué trata el libro, religión, política, filosofía,…?
-          Pero que dices, Mel – contestó Ia riendo y golpeándole amistosamente el brazo – mira, es una novela de amor romántico festivo,  con toques sobrenaturales, con misterios, asesinatos,… Los protagonistas son unos chicos muy guapos que tienen una banda de rock oscuro y metal… bueno, del estilo que escucha Chili y Jan. El protagonista de esta historia me recuerda un poco a Jan. Que por cierto – le dijo Ia en confidencia – sé que él lo está leyendo a escondidas – y soltó una risotada divertida y cristalina.
-          No me puedo creer lo de Jan – respondió con una sonrisa intentando imaginar a su amigo escondido en algún rincón o metido en un armario con una linterna leyendo el libro -  y déjalo ya,  por favor, que me contarás toda la historia. A lo mejor me lo leo y todo, me encantan ese tipo de historias  y los culebrones. Déjame ver – Mel miró la portada – “Fost, Alma de Fuego” por Prisca Nerin, una ilustración de un fuego salvaje y una sombra misteriosa con la mirada perdida en el horizonte en la portada… - decía por lo bajo Mel.
-          ¿Pues te parece bien que lo deje aquí para vender? Cuando quieras leerlo, te presto el mío.
-          Sí, me parece estupendo. A Pai Mei no le importará.
-          ¡Muchas gracias! – dijo Ia alegre y a punto de despedirse – pues ya me marcho, que a las doce tengo trabajo. Si te parece bien lo dejo en la estantería del expositor de la calle, así se verá más como novedad, porque esos libros que tiene Pai Mei expuestos parece que nunca han sido movidos del sitio. Quizá así la gente se anime a entrar en la tienda – Ia colocó el libro a la vista, apartando cariñosamente a Gizmo que descansaba sobre el lomo de una de aquellas antigüedades –  ¿estarían en la tienda cuando Pai Mei la compró? – se preguntó por lo bajo mientras abría la puerta - ¡Adios, Mel! ¡Dale a Pai Mei las gracias de mi parte!

Mel levantó la tapa del portátil  para reiniciar su búsqueda. Vio a través de la cristalera del establecimiento como la rubia se marchaba. Sin duda pensó que la influencia de Ia en Jan se había hecho notar en su amigo, había cambiado; pero en aquel momento también se dio cuenta de la huella de Jan en Ia. Pensó que estaban hechos el uno para el otro. Sus almas se habían encontrado y habían conectado. Se alegró por ambos. Una lágrima se escapó de sus ojos acuosos. Se limpió. Él sabía que aquello no le podría ocurrir nunca, su alma estaba contaminada y condenada a perderse en el vacío sin retorno. Se ajustó las gafas sin cristal y buceó en la red.


Esta es una ilustración de la novela citada en el minirelato. Tendría que haber unas cuantas más ilustraciones, pero "tempus fugit", así que no he podido profundizar ni acabar otros bocetos que tenía en mente. Ya llegarán cuando pueda ser, todo a la vez es complicado de compaginar.

domingo, 17 de agosto de 2014

El ying y el yang



-          El yin y el yang. Una moneda y sus dos caras. Nunca podremos estar en el mismo bando por mucho que te empeñes, Pai Mei. Somos polos opuestos y tenemos diferentes metas. Pero los dos debemos existir, y ninguno de los dos podremos cambiar nuestra naturaleza.

La atractiva joven oriental clavaba sus afilados ojos en la mirada del inmutable Pai Mei. Su pose en el Dojo de la trastienda “El Dragón Apacible” era estable, relajada, a la vez que férrea y dispuesta al ataque. Pero cualquiera que dominara los secretos de las artes marciales podía intuir que la tensión de su fibrado cuerpo era teatro. Vestía como de costumbre con ropa liviana y ajustada, sin dejar a la imaginación fantasear como podría ser aquel bonito cuerpo bajo la ropa. Aquella manera provocativa de vestir, como las heroínas de las películas de artes marciales orientales realizadas por la industria americana, era un juego que utilizaba para distraer a sus contrincantes, creando confusión y lujuria. El dueño de la pequeña librería sentado en la posición de Flor de Loto escuchaba a la chica.

-          ¡Qué conste que esto que tenemos es una tregua! No te acostumbres a la buena vida, pues cuanto más relajado estés, más fuerte e inesperado será el golpe que te daré.

El pitido de la tetera distrajo a la mujer de ojos rasgados. El agua estaba a punto. Pai Mei se levantó y con tranquila parsimonia, como si fuera un ritual para él vertió en el agua caliente unas hojas secas de té verde. Mientras esperaba a que infusionaran las hierbas preparó dos tazas y recogió la pequeña cocina. Ella abandonó su fingida pose defensiva liberándose de la tensión y acabó sentándose en el tatami frente a su taza. Pai Mei sirvió el té.

-          Gracias, Pai Mei – dijo llevándose la taza a los labios para saborearla – tu té siempre es exquisito, refinado y de muy buen gusto. Tienes la medida justa tomada para disfrutar de esta bebida.

Dejó la taza frente a ella, en el mantelito de caña que había colocado Pai Mei en el suelo. Este  dio un cortó sorbo a su taza e hizo un leve gesto con la cabeza de agradecimiento. Ella realizó algunos estiramientos echando el pecho hacia fuera y dejando ver un bonito escote y unos firmes pechos.

-          Siempre me ha parecido bien la tregua que tenemos, Imbasy. Y siempre he tenido contigo una pequeña debilidad porque sé que en el fondo tu alma es buena. Hubo un momento en tu vida en que algo te empujó a abandonar la buena senda, pero eso no es algo malo. Tienes razón, somos blanco y negro, y por alguna razón los dos debemos existir en el mismo mundo, tal vez para ayudar al equilibrio. Y aprovechando la tregua que teníamos quise darte la oportunidad de enmendar tus errores y reconducir tu vida. Por ello, te hice el favor de cederte a mis alumnos de artes marciales cuando tuve que salir de viaje fuera de Barcelona.
-          Si me has llamado para darme un discursito sobre cómo enseñar artes marciales me voy a mi casa. Además, el favor te lo hice yo a ti.
-          Se me han quejado mis alumnos sobre tus técnicas, y quería hablar contigo para saber si lo que me han contado era cierto o no – dijo seriamente, su rostro era imperturbable.
-          Reconócelo Pai Mei, sigues enamorado de mí… soy como tu amor no correspondido de instituto – dijo ella haciéndole morritos  y mirándolo de manera sexy.
-          No se trata de eso, ya lo sabes. Todo aquello quedó atrás. Éramos de escuelas rivales, de costumbres y enseñanzas muy distintas. Éramos jóvenes y descarados. El Loto Rojo tiene una filosofía muy distinta a la de los Dragones de la Tormenta; nuestra historia no tenía futuro. Pero yo sé que tú eres buena.
-          Si Pai Mei, tu eres un dragoncito, y yo soy una dragoncita. Estamos enfrentados porque tenemos objetivos diferentes, pero por alguna razón seguimos en el mismo barco. Somos como las dos cabecitas de dragones de ese adorno de madera que tienes en aquella estantería – dijo señalando – están unidos en una misma pieza, obligados a entenderse y compartir el mismo camino, pero encarados. Y ya sabes la respuesta con respecto a tus alumnos, si no te gustan mis métodos… despídeme. Son unos blandos y necesitan un poco de mano dura. Tienen demasiadas distracciones – dijo ajustándose el top.

Imbasy dio un largo sorbo al té y dejó la taza en el suelo. Hizo una reverencia y se marchó contoneando su cintura al caminar. Se giró.

-          ¿Nos vemos la semana que viene para continuar con nuestro entrenamiento?
-          Así será – afirmó Pai Mei que siguió disfrutando del té mientras ella se marchaba de la tienda.







Este es un nuevo incensiario, se trata de un entramado de ramas para sostener  doble barrita de incienso. Estas estan sujetas por dos cabecitas de dragón enfrentadas.

lunes, 28 de julio de 2014

La prisión de los locos



Jan y Mel caminaban por las callejuelas del Raval de Barcelona. Era pasada media noche y la actividad de marcha en la zona más bohemia y pintoresca de la ciudad de un viernes, iba en auge. 



-          ¿A dónde me llaves, Jan?

-          ¡A un local que te va a flipar, colega!

-          Pero si estamos sin dinero de nuevo – respondió Mel mostrando a su amigo los bolsillos vacíos – en casa de Pai Mei es gratis, y también es un buen local.

-          Bah… tonterías. Me deben un favor... no nos costará nada. No te preocupes. Además, el chino sólo tiene hojas de plantas secas remojadas en agua caliente… eso nunca me pintó bien, me lo bebo para no ofenderle. Ya sabes… el honor y todas esas chorradas del Feng Shui, pero siempre que puedo me lo guardo en la boca y luego lo echo en esa maceta, la del árbol diminuto que tiene en la tienda. Es mejor para la planta que para mí, crece poco, yo creo que no la riega. ¡Nunca tiene birras en la nevera, tío! ¡¿Te lo puedes creer?! ¿Tú crees que es normal? Y no es un local de copas, sólo tiene rollos de libros, allí no hay ambiente.



Mel iba a contestar y corregir en un par de detalles a su amigo, pero no quiso romper aquel momento, en el fondo tenía razón. Aunque a él si que le solía gustar el té, la mayoría de veces, pues en otras ocasiones le parecía que aquello era peor que tomar lejía con pajita. No porque estuviera malo, sino porque sus papilas gustativas en ocasiones se alteraban de tal manera que percibía los sabores de maneras muy extrañas.



-          ¡Ya hemos llegado!

-          ¿Estás de broma, no?



La entrada al pub no daba mucha confianza. Fuera había un grupo de gente fumando y otro que hacía cola. Había un poco de cada tribu urbana mezclada con gente normal y algunos entre ellos vestían con complementos de ropa de época. El local no tenía desperdicio.



“La prisión de los locos” se llamaba el bar. Una reja metálica con barrotes era la puerta de entrada. Y el ventanal gigante  de seguridad que ofrecía vistas del interior del bar también tenía barrotes. Los cristales eran opacos, con lo que poco se podía ver de lo que ocurría en el interior, salvo por los huecos que ofrecían  algunas frases escritas sobre estos. Se podían leer del revés algunas de ellas, otras se leían desde fuera: “No entres aquí, incauto”, “Márchate, aún estás a tiempo”, “Si incumples las normas serás encerrado de por vida”, “Conseguí escapar, vi el resplandor en otro lugar”, “Veo gente muerta”, “Quédate a jugar con nosotros”, “Hola, Clarice”, “¡Y está vivo!”, “Ven, acá abajo todos flotamos”, “Suena el teléfono y alguien dice: Morirás en siete vidas”, “¿Por qué está preocupada por una simple pesadilla? ... La puerta la custodiaba un segurata de dos metros de altura, cuadrado por todas partes. Vestía con ropa de carcelero hospitalario de los años cuarenta o cincuenta. Y con una porra en la mano y cara de pocos amigos, cacheaba a todo el personal que iba entrando. Todos tenían que enseñar su pase, que llevaban colgado al cuello en una funda de plástico, justo debajo de un texto que podía poner: “Pase de visita”, “Inspector de prisiones”, “Pase de sacerdote”, “Nombre del preso y número de preso”, u otras cosas similares, en algunos incluso venía una reseña que venía a ser un historial psiquiátrico o bien carcelario. Parecían tener algún tipo de patrón, y todos los pases habían sido imprimidos por los propios clientes desde la página web que anunciaba el local bajo el propio nombre del pub. Posiblemente las reservas para entrar se hacían vía internet. En la entrada aparecía el nombre, edad, altura, sexo, estado civil y número de autorización en código de barras. El carcelero leía el código con un lector, verificaba que era correcto y dejaba pasar a la gente.



-          ¿Pero dónde me has traído, Jan?



Jan rio alegremente y dio una palmada en la espalda a su amigo.



-          ¿A qué impresiona, eh? Pues aún no has visto el interior – dijo acercándose a la puerta y entregó un pase que colocó en el cuello de Mel y otro se lo puso él - Vamos, que nos toca.

-          ¿“Permiso de Vis a Vis”? – preguntó Mel leyendo su entrada – y el tuyo: “¿El amo del calabozo?”



Efectivamente el bar por dentro era increíble. Estaba decorado hasta el último detalle. Había máquinas de tortura por un lado ambientando la sala, vigas de madera o metal, cadenas colgando del techo, puertas con reja, algún maniquí muy bien definido colgando del techo,… Por otro, la barra del bar era parecida a los comedores de los hospitales psiquiátricos antiguos. Por un lado, había una garita donde los clientes pedían la consumición y les entregaban un ticket. Y con ese ticket luego ibas a otro mostrador donde te daban lo que habías pedido. Esto era si querías pedir en barra, pues también podías pedir en las mesas y venían camareros o camareras vestidos de enfermeros también de psiquiátrico carcelario. Había algunas pantallas de televisión, donde se podía ver películas sin voz de terror, tanto antiguas como modernas. Y las paredes tenían unos grandes ventanales reforzados con metal y atornillados, a través de los cuales, se podían ver unas ilustraciones bastante realistas de diferentes personajes de ficción de películas de terror.



Jan y Mel se sentaron en una mesa vacía. Las sillas eran las típicas de hospital, y la mesa era una mesa de autopsias. Incluso había una que una de las sillas tenía correas de sujeción y al lado de la mesa utensilios para una lobotomía y otra preparada para electroshocks. Era un lugar interesante y algo retorcido a la vez. Luz tenue por un lado ideal para charlar; y de vez en cuando algún foco que se encendía de pronto, se paraba la música ambiental, bajaba la intensidad de la luz y los Ojos de Sauron comenzaban a buscar en el bar al compás de una nueva sonata de terror y dance, y en una pequeña pista de baile la gente empezaba a animarse y moverse al ritmo de la música.



-          Joder, Jan, te has superado esta vez

-          Bah, tonterías – contestó Jan quitando importancia

-          ¿Has traído a Ia a este sitio?  - pregunto Mel todavía asombrado y mirando cada detalle del local. Les acababan de servir dos jarras de cerveza casi glacial. Miró con curiosidad unas cadenas y grilletes en la pared y algunas esposas en alguna mesa. Se preguntó para que se utilizarían.

-          Colega… - Jan sonrío, levantó la jarra e hicieron un brindis – no creo que a ella le gustara. En realidad quería enseñarte este bareto para que trajeras a Chili en tu cita, seguro que a ella este sitio la pone.

-          ¿Mi cita? – Mel río – Pero si es súper borde… me ha rechazado un montón de veces… mira que le pongo todo mi encanto, pero…

-          Calla ya, tío, disfruta del sitio. ¿Es ideal para ligar, no crees? Todo el mundo lleva algunos datos personales escritos en los pases de entrada, algunos incluso añaden datos opcionales, como el número de teléfono – dijo sonriendo Jan.

-          Tu no cambias… - sonrió y bebió de su jarra, exclamando asqueado de lo que bebía - ¡Esto sabe a pis! ¡El sitio es guay, pero la cerveza es orina de barril! – de nuevo, el sentido del gusto traicionaba al pobre de Mel.

-          La cerveza es buena, colega, y yo soy fiel a Ia, pero mi simpatía es innata– Mel ponía caras extrañas después de haber catado la cerveza - Pero déjala a un lado y pide otra cosa si no te gusta, tío… no te tortures más…



Mel pidió otra copa para tomar. Pidió  una mezcla extraña de bebidas. Continuaron la velada rememorando viejas historias y hablando de proyectos de futuro.



-          Este sitio le encantará a la “rarita” de Chili, ya verás… yo hablaré con ella. Seguro que te da una oportunidad y te podrá conocer de verdad, amigo, aunque de sinceramente, no sé qué ves en ella. Esta buena, sí, no te lo negaré, pero tiene un carácter… no la has visto en los ensayos con su grupo – Jan miraba de reojo a las camareras, el alcohol comenzaba a hacer efecto después de beberse su cerveza y la de Mel – Le regalaré la calavera de cristal que encontramos en la Antártida, esa que tanto le gusta… seguro que así te concede una cita romántica -  dio otro sorbo a la jarra.



Una de las camareras  le guiñó el ojo y le pasó una nota a Jan junto a una nueva jarra de cerveza y se retiró para seguir con su trabajo.



-          Pero si es… - Mel miró a la enfermera. Con aquel vestido blanco ceñido, el pelo recogido bajo un gorrito ridículo y la ausencia de maquillaje, no la había reconocido, pero fijándose mejor se dio cuenta de que era Ia.

-          ¡Si tío y mira lo que pone en la nota: “mi turno acaba a las 2.00 h, guapo”! – dijo Jan con una sonrisa de oreja a oreja.

-          Joder, nunca entenderé el rollo raro que os traéis entre manos vosotros dos – y también río a carcajadas – ¿por lo menos, me acompañareis a casa de Pai Mei, no?  














Estos son unos dibujos, que hace unos años hice como ejercicio de ilustración. El tema era ambientar un bar o local atípico. Inventar el tipo de local, ambientación y que tipo de decoración tendría.